Israel y el Medio Oriente: ¿Se alcanzará la paz?, escrito el 14-12-2003

Un enfoque cínico y optimista
Israel y el Medio Oriente: ¿Se alcanzará la paz?
La respuesta a la interrogante es sí.  Se alcanzará la paz.  ¿Cuándo?  Es difícil de predecir, y además debe aclararse que se pasará antes por un tenso período de “no guerra”.

Además, debe aclararse que Israel será visto muchas veces, no siempre pero sí la mayoría de las veces, como la parte intransigente.  Es natural.  El mundo libra una lucha contra el terrorismo y contra el Islam que apoya al terrorismo.  Cuando se agota de esta lucha, cuando aminora la intensidad de la misma, ve que uno de los focos que permanecen siempre activos es el conflicto entre Israel y el mundo árabe, y particularmente, el de Israel con los palestinos.  Europa, con sus comentarios anti - sionistas, de corte antisemita, ha tratado con algún éxito de diferenciar el execrable antisemitismo, de las posturas en contra de Israel.  Es decir, que en una osada jugada de manipulación mediática, algunos intelectuales y comentaristas que acusan al gobierno israelí de ser el culpable de la situación que se vive o de no querer solucionarla, se presentan a sí mismos como valientes críticos que se atreven a denunciar al sionismo aún a costa de ser tildados de antisemitas.

Pero sí, la paz se alcanzará.  Existen muchos intereses de por medio que necesitan un Medio Oriente más tranquilo, incluyendo a los Estados Unidos de América.  Este último, víctima del terrorismo en forma cruel pero además humillante, no puede permitirse el lujo de apoyar indefinidamente a Israel en su propia lucha contra el terrorismo y en pro de la misma supervivencia del Estado.  Sus aliados de turno no se lo permiten, sus principios pueden moldearse un poco para acomodarse a la situación.  Es curioso como luego de rechazar en principio la iniciativa de Ginebra, un experimento fuera de toda legalidad jurídica y de estado, que significó que ciudadanos en forma privada casi representaran al Estado en una iniciativa de paz que significaría perder posición de reanudarse el proceso de paz, hace unos días lo calificó de positivo.  Estados Unidos no resiste la presión y debe bajarla, aún a costa de subir la israelí.

Y este ha sido el devenir de las iniciativas de paz desde la creación misma del Estado de Israel.  Planes e ideas que se desvanecen luego de explosivas reacciones que desencadenan batallas y guerras.  Israel se enfrenta a un mundo árabe que lo rechaza, y también a países árabes individuales que conforman ése mundo pero que también lo rechazan de una u otra manera.  Es decir, Israel se enfrenta a un enemigo monolítico que hace causa común, y cuando alguno de sus miembros opta por “ceder”, nunca son suficientes las concesiones.  Ejemplos no escasean: Egipto tiene un tratado de paz con Israel que le valió perder el liderazgo del mundo árabe por cierto tiempo, Jordania se vio aislada por otro tanto.  Egipto ha recuperado su liderazgo a fuerza de endurecerse en cuanto a Israel, Jordania es relativamente cálida pero no más...

Israel se verá obligado a firmar acuerdos de paz muy dolorosos porque tiene muchos frentes abiertos.  Estos acuerdos serán de “no guerra” y, con toda seguridad, no detendrán atentados terroristas, tan sólo los disminuirán en una forma drástica en el mejor de los casos.  Sin ilusiones ni falsas expectativas, es mejor cuando se enfrenta la realidad.



Los frentes de Israel: el externo

Israel tiene varios frentes de batalla que debe atender, y que se ocupan de ella sin contemplación ni pausa.

El frente de países árabes que lo han reconocido resulta importante, pero no ayuda en mucho.  Alrevés, mantener contentos a Egipto y Jordania constituye una proeza de la diplomacia israelí, que no es para nada reconocida por el mundo occidental y, cuando menos, condenada por el resto del mundo árabe.  La paz con Egipto es fría y en un solo sentido.  No hay embajador en Israel, Mubarak ha visitado Israel en una sola oportunidad, para el funeral de Itzhak Rabin (Z´L).  Se atreve a despotricar del régimen de turno, cual si fuera un votante más del electorado israelí.  Sus iniciativas son poco edificantes y siempre sesgadas a favor de los palestinos.  El flujo de turismo es de Israel a Egipto y no viceversa.

El segundo país árabe que tiene acuerdo de paz con Israel es Jordania.  Buen negocio para este último, ha logrado deslastrarse del problema palestino que ayudó a crear y consolidar.  Los reyes de Jordania, el anterior Hussein, y el actual, Abdullah, han sido bien vistos por Occidente y por los israelíes.  Aunque los israelíes no lo vean así en apariencia, el tratado de paz, sin ser tan gélido como el de Egipto, no supone grandes beneficios para Israel, salvo la relativa calma en una extensa frontera libre de incursiones terroristas.  Estas cosas, que parecen y son normales en cualquier parte del mundo, son para Israel grandes logros de la diplomacia.  Y es que ser “reconocidos” por vecinos constituye un gran avance histórico.

El norte de Israel, con Líbano y Siria es delicado.  Pero callado y controlable.  Siria tiene un sistema político muy original que ha legitimado la sucesión de mando, no de reyes o monarcas, sino de presidentes.  Este gobierno autocrático, reprimidor y carente de cualquier atisbo de democracia o libertad, resulta hasta conveniente para Israel.  Es un enemigo declarado, fuerte y destructivo.  Pero debido a su debilidad relativa frente a Israel, la palabra del tirano es respetada y eso le conviene a Israel para los efectos prácticos.

Líbano es un apéndice de Siria.  En la frontera con Israel, dejada a merced de grupos extranjeros como Hizbollá, la retirada israelí de hace tres años dejó claro el principio que para hacer la guerra hacen falta dos enemigos al menos.  Ciertamente  Israel se fue del Líbano.  Lo positivo de esta retirada unilateral fue evitar las muertes consecutivas y repetitivas del soldados israelíes en una guerra que no tenía sentido.  Lo malo de la misma está en la imagen de debilidad que se dio a algunos otros vecinos, como los palestinos, quienes han entendido que Israel se desgasta cuando hay terror persistente.  Y que entonces el terror, las emboscadas y el cansancio de una sociedad la impulsan a hacer dolorosas concesiones.  .  Para muchos, el fracaso de Barak en su intento de llegar a un acuerdo final en el año 2000, tiene su razón de ser en esta imagen equivocada de país y pueblo desgastado, a quien siempre e le puede pedir algo más.

El mundo árabe en su totalidad, que incluye a los vecinos de Israel y a más allá que sus vecinos, como Arabia Saudita, Libia, Argelia, Irak, Irán (no todos son étnicamente árabes), es hostil hacia Israel.  Su hostilidad es de tan alto calibre, que cuando asumen posiciones solo hostiles, se consideran moderadas.  Libia, a merced de haber aceptado en fallo de la corte británica sobre el avión de Pan Am, se ve ahora como un país menos intransigente.  Arabia Saudita, cuna de Bin Laden y además financista de cuanto grupo fundamentalista islámico existe, se considera una especie de monarquía de avanzada.  Todos pasan por alto que ningún país árabe ha reconocido a Israel, salvo contactos de muy bajo perfil con Marruecos y con algún emirato árabe.  Arabia Saudita no permite el ingreso de judíos a su territorio. 

El mundo árabe es un mundo que doblega a Occidente.  Doblega también a los Estados Unidos, con todo y su rol asumido de protector del orden y la justicia mundial.  El petróleo árabe es muy importante, y debe ser cuidado.  Para colmo, la operación en Irak, sin resultados altamente alentadores requiere que los invasores de deban congraciarse de vez en cuando con sus proveedores de energía.  Para ello, nada mejor que obligar a Israel a hacer alguna que otra concesión, o retorcerle el pescuezo de vez en cuando.  En 1991, fueron Bush padre y su buen colaborador James Baker, quienes iniciaron el camino de reconocer a la OLP y a Yasser Arafat, y sentar en la mesa de negociaciones a israelíes y palestinos de la OLP.  Y de allí en unos años se llegó a Oslo 1, Oslo 2 y luego a esta Intifada que no acaba de terminar.

Aquí cabe destacar una situación muy curiosa.  La visión del Medio Oriente es muy distinta en cada uno de los participantes y en cada uno de los facilitadotes.  Cuando el proceso de paz de Oslo parecía rendir frutos, un poco antes del asesinato de Itzhack Rabin y algo después del mismo, resulta muy interesante observar que los países árabes se negaron a aceptar el concepto de “Nuevo Medio Oriente”.  Ese concepto de Shimon Peres, de establecer un conglomerado de países con acceso a la tecnología, sin fronteras económicas, con desarrollo pujante, amenazaba la visión de los liderazgos regionales.  Siria se resintió de esta concepción, y muchos atribuyen a esto su negativa de sentarse a negociar con Rabín y luego con Peres en 1995 y 1996.  Los países árabes vieron con preocupación que el liderazgo de la zona lo asumía Israel, desplazando a Egipto y a Arabia Saudita, y desplazando al nacionalismo árabe representado en Siria.

Lo anterior ha sido producto de serias reflexiones, y quizás hasta de cambio de postura en algunos pacifistas.  La imagen del funeral de Rabín, con varios líderes árabes dando condolencias, con medio mundo occidental presente a través de sus presidentes y dignatarios, hizo ver a todos que Israel lideraba algo, que era reconocido y que la “occidentalización” del Medio Oriente era inminente.  Esto encendió muchas luces rojas en las mentes de dirigentes árabes.

En este punto conviene destacar algo interesante.  La solución del problema con los palestinos ha evolucionado y retrocedido en cuanto a su concepción.  En un principio se habló de dos estados, uno judío y otro árabe.  Luego de un estado democrático de mayoría judía  que respetase la importante minoría árabe, o viceversa, dependiendo quien fuera que presentara la posición.  El concepto de Oslo y de Shimon Peres había apuntado a una solución de dos estados muy unidos, confederados quizás, uno dependiente del otro, con fronteras muy permeables.

Hoy día, aún en sectores del laborismo se ha descartado esta fusión.  La separación es considerada necesaria.  Dos estados independientes, cada cual ocupándose de sus asuntos, respetando al otro y no molestándolo.  Ese es el principio que subyace tras el famoso muro de separación: separación y seguridad. 

Israel debe optar por una separación en dos estados porque demográficamente le será imposible mantener un estado judío democrático si la mayoría de la población no es judía.  Y en la parte palestina, se nota con más intensidad últimamente un regreso a la posición de un estado bi-nacional… donde la mayoría de población árabe palestina termine por dictar la pauta.  El factor demográfico incide en forma determinante en la búsqueda de una solución de paz.  Es una más de las razones por las cuales ha de haber paz.

El mundo islámico se ha sumado con fervor inusitado a la causa en contra de Israel.  Exacerbado por el sentir occidental que visualiza al Islam como cuna del terrorismo, ve a Israel como el enemigo de turno a quien puede culpar y zarandear. Ya no es solamente en los foros de organismos internacionales, donde de manera repetitiva y sistemática se condena a Israel.  Hace un par de meses el Jefe de Estado Malasia se despidió del mundo con un discurso de corte antisemita como no se escuchaba desde quizás los tiempos previos a la Segunda Guerra Mundial.  Con seguridad, en breve, asistiremos a otros tantos episodios de este estilo.  El Islam es un frente abierto contra Israel, y al igual que el mundo árabe, las diferencias internas se zanjan cuando se trata de hacer causa común en contra del Sionismo.

Europa es un conglomerado de naciones que significa un amigo incómodo para Israel.  Sus posturas son siempre sesgadas.  Presionará a Israel para llegar a acuerdos a través de duras y peligrosas concesiones.  No se hace innecesaria referencia a Francia, cuya parcializada posición ha sido develada y denunciada más de una vez.  Se trata de países como Gran Bretaña, que habiendo hecho causa común contra el terrorismo, no dudan en apaciguar ánimos caldeados recibiendo en 10 Downing Street nada menos que a Bashar Assad, el presidente heredero de Siria, régimen confeso y no convicto de promover, financiar, albergar y ayudar organizaciones terroristas que actúan no únicamente en contra de Israel.  Igual pasa con España, igual pasa con Alemania.  Esta Europa insistirá en forzar a Israel a llegar a acuerdos de paz, sin que importen mucho las concesiones y sacrificios que el Estado Judía haya de hacer.  Y una Europa que es necesaria para los Estados Unidos, y además cliente natural del petróleo árabe, con mucha población musulmana dentro de sus confines… no puede dejarse de lado.

Occidente en general se muestra cuando mucho “comprensivo” para con Israel.  Cuando hay un atentado homicida-suicida, lo condena.  Pero inmediatamente condena la reacción israelí, bien sea de represalia, eliminación selectiva o la construcción de un muro de separación que es a Israel lo que las visas o permisos de entrada a cualquier país medianamente civilizado.  En Occidente agrupamos a todos los países de América Latina, a Europa y quizás ya también a Rusia y las ex-repúblicas soviéticas.

Mención aparte merecen los Estados Unidos.  Su doble moral es muy peligrosa.  Es un aliado natural de Israel porque comparten valores comunes, como la democracia a ultranza y la libertad electoral.  Comparten una lucha común: la que se libra en contra del terror.  Pero Estados Unidos debe proteger sus intereses petroleros y debe también mantener sus coaliciones.  Para lograrlo, debe sacrificar a su amigo incondicional, a Israel. Es así que soporta y protege al régimen de Arabia Saudita (la familia Bush tiene nexos personales con la familia real saudita debido a sus conexiones en el negocio del petróleo), dota de créditos y armamento sofisticado a Egipto a merced de lograr un aliado en la zona y un líder del mundo árabe a su favor.  Estados Unidos está interesado en una paz en el Medio Oriente, y en tal sentido presionará a Israel, aún en contra de principios morales americanos, aún cruzando varias líneas rojas.

Pero más que eso, el año 2004 será decisivo para los Estados Unidos.  Es un año electoral y los republicanos necesitan presentar logros ante su electorado, so pena de no repetir, como no repitió Bush padre a pesar de la entonces exitosa campaña de Irak de 1991.  Al igual también que en el año 2000, cuando Bill Clinton necesitaba salir por la puerta grande y de una u otra manera presionó a israelíes y palestinos para lograr un acuerdo final, el 2004 estará lleno de presiones sobre Israel.  George W. Bush necesita demostrar que su política inicial de no involucrarse en el Medio Oriente será remediada vía algún éxito sustancial de política exterior.  Eso explica un poco porqué ha dado un cierto apoyo a la iniciativa de Ginebra.

Los americanos son peligrosos cuando se empeñan en cierto objetivo.  Lo fueron cuando en 1991 obligaron a la Conferencia de Madrid y terminaron legitimando el terrorismo como instrumento de negociación.  La OLP quedó reconocida y menos de diez años después vemos lo que pasa en el Medio Oriente, y como uno de los legados de la Autoridad Palestina al mundo es la invención de los homicidas-suicidas que son prácticamente incontrolables e indetenibles.   En su empeño actual, no sólo en el Medio Oriente, los americanos tienen dos formas de operar.  La primera es apoyarse en regímenes confiables en cuanto a los intereses y políticas americanas.  Arabia Saudita es un claro ejemplo, o Egipto también.  Son poco o nada democráticos, contradicen los más nobles valores de los Estados Unidos, pero no son amenazas sino aliados circunstanciales.  Esto molesta a la ética americana y occidental, que existe siempre más allá de los intereses de turno, pero que no siempre vence al pragmatismo.  La segunda forma de actuar es tratando de implantar en ciertos países, aquellos que no necesariamente son controlables a pesar de la vista gorda que pueda hacerse en aras del pragmatismo, regímenes democráticos o de valores occidentales.  En esto, tampoco se es necesariamente exitoso. Irak es el ejemplo más reciente.  Aún hoy, con la captura de Sadam Hussein, implantar un sistema de gobierno de cierto cariz democrático, no garantiza orden.  Puede significar que los canales democráticos les abran paso a corrientes fundamentalistas.

Irak, el desorden mundial, las elecciones del 2004, la necesidad de congraciarse con países árabes, tener que arreglarse con los amigos de Europa, proteger a las Naciones Unidas, tan vapuleadas con lo de Irak... requieren entre otras cosas un Medio Oriente que no sea una llama incandescente de conflicto sin solución.


Los Frentes Internos

La sociedad israelí y el espectro político mayoritario presionarán para lograr acuerdos de paz.  Por varias razones, unas más justas y legítimas que otras, y todas dotadas de cierto pragmatismo que harán palidecer los ideales sionistas.

En primer lugar, el conflicto con los palestinos es insostenible.  Desde el punto de vista moral, Israel y el mundo judío no quiere ser percibido, ni siquiera consigo mismo, como un ocupante o un dominador de otro pueblo.  Por más culpa que tengan los palestinos y su miope dirigencia.  El conflicto desgasta demasiado.  Se harán concesiones injustas e inapropiadas, pero el precio ha de pagarse.

La ola de atentados homicidas-suicidas desgasta también.  Los israelíes y los judíos llegan a pensar que si una concesión diera una especie de cese de fuego, esta sería una especie de excelente inversión.  ¿Significa ceder al terrorismo? Sí.  Pero las alternativas al terror son casi inexistentes, las alternativas viables debe aclararse.  No se puede arrasar con los palestinos ni con sus líderes, no se puede “iraquizar” el conflicto. Reducir los atentados, condenarlos y desmantelar la infraestructura terrorista de la ANP, Jihad Islámica y Hamas parecen ser pasos suficientes.  Como para firmar algún acuerdo que sea medianamente respetable y respetado.

Pero el verdadero problema a resolver, que presionará a la firma de un acuerdo de paz con los palestinos es la explosión demográfica que significan estos últimos.  Israel necesita conservar su carácter de Estado Judío.  De mantener territorios con vasta población árabe palestina, que crece y sigue creciendo, en unos años, el Estado Judío puede tener una población mayoritaria árabe.  Dos estados es la solución al conflicto.  Y basados en las experiencias de Oslo, las desagradables laentablemente, dos estados separados.  Nada  del Nuevo Medio Oriente de Peres.  Dos estados, uno judío, uno palestino y un muro de separación entre ellos.

La situación actual del panorama político israelí puede ayudar en la consecución de un acuerdo.  La derecha parece tener una hegemonía por los próximos cuatro o cinco años.  Se habla de los posibles sucesores de Ariel Sharon: Benjamín Netaniahu, Ehud Olmert, Silvan Shalom.  No se habla de la izquierda.  La derecha, el gobierno de turno, pareciera tener tiempo como para desarrollar algún plan de paz, doloroso sí, viable también.  Sin la amenaza de nuevas elecciones en el corto plazo que obliguen a renegociar o reestructurar la eventual propuesta de paz.

La izquierda israelí se quedó sin iniciativas.  Siendo que Sharon y compañía han aceptado lo del Estado Palestino, su agenda es limitada.  Deben apoyar a Sharon en un proceso de paz, y lo enfrentan sólo en el caso de percibir que el Primer Ministro no hace esfuerzos por avanzar en el proceso de paz.  Pero después de Camp David 2000, la izquierda y sus seguidores saben muy bien que el verdadero escollo para la paz es Yasser Arafat y sus leales de siempre. 

Otro frente interno que presionará para logra paz es el mundo judío en su casi totalidad.  A decir verdad, el conflicto de los últimos años ha equiparado a todos los israelíes y judíos al rango de judíos o sionistas.  Las comunidades judías del mundo tienen que hacer esclarecimiento, “hasbará”, y además tienen que protegerse de atentados terroristas.  Toso judío es un sionista, y todo sionista es un blanco.  El esclarecimiento cansa, porque cansa dar explicaciones y justificaciones sobre algo en lo cual se actúa correctamente.  Tener la razón y explicarse no es agradable.  Ciertamente, se piensa, y muy erróneamente, que uno de los focos de antisemitismo y atentados es el conflicto del Medio Oriente no resuelto.

Todos los frentes presionarán para acuerdos de paz.  Acuerdos de “no guerra” valdría la pena decir.  Los externos y los internos.

Israel hará concesiones duras: entregará buena parte de Jerusalén, se desalojarán asentamientos y probablemente el eventual Estado Palestino sea el único territorio del mundo libre de judíos.  Las fronteras serán muy parecidas a las de 1967 y habrá un buen número de refugiados palestinos con derecho a retorno a los confines del Estado Judío, o en su defecto, con cuantiosas compensaciones.

¿Es justo esto?

No.  Los palestinos son el único grupo humano que tiene “refugiados” por más de cincuenta años, aún cuando en la gran mayoría de los casos cuentan con condiciones como para haber salido de tal condición. La ANP es un estado virtual, y los países donde hay palestinos son países árabes de fácil absorción de población también árabe y con idiosincrasia similar.  Esto es irrelevante.  Jerusalén sí es una ciudad judía, de hecho, de derecho y por historia.  Soberanía 100% judía no impediría libertad de acceso y cultos.  Esto es irrelevante.  Se cederá.  Loas asentamientos serán desmantelados, aún cuando la solución es dejarlos sobre el terreno y dejar que las negociaciones determinen bajo que estado quedarían garantizando la seguridad e integridad de sus pobladores.  Pero esto también es irrelevante.

Con Siria se llegará algo más tarde a algún acuerdo, sobre la base de una desocupación de las Alturas del Golán.  Con poca razón para ello, con cero merecimiento de parte de un régimen político brutal.  Esto también.... es irrelevante.

Habrá acuerdos de paz, dolorosos en cuanto a concesiones y en cuanto a vivir algo así como con “tener la razón pero ir preso”.

Si los acuerdos de paz significan que los jovencitos en Israel no perderán sus vidas en el Ejército, en emboscadas y combates fatuos.  Si los acuerdos significan que no habrá atentados en cafés y comercios, en autobuses y centros comerciales... el precio puede valer la pena.  Sobre todo si se está consciente de todo ello.



Elías Farache S.

14 de Diciembre de 2003.

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