De vuelta a la (a)normalidad
Hace tan solo unos días que Israel logró volver a la rutina normal
de un país en funcionamiento, cuando la vacunación masiva en contra del COVID y
el número de casos diarios permitieron tal logro. El primer país del mundo en vencer a la pandemia,
gracias a un esfuerzo de todos. Se pasó
por confinamientos estrictos, cierre de fronteras y aeropuertos, compra de
vacunas y aplicación de ellas. Todo ello
en un clima electoral muy agresivo, hasta insultante.
Las agendas de los candidatos al parlamento y la de los posibles
primeros ministros, olvidaron un poco la situación de siempre de Israel. Gaza es un polvorín. Gobernada por Hamas, un grupo que no reconoce
el derecho a la existencia de Israel, acompañada por la Yihad Islámica, con una
agenda similar. Financiada por la UNRWA
en virtud que hay refugiados allí que datan de 1948, con la ayuda de varios
gobiernos que se denomina humanitaria, y con el visto bueno de Israel para el
acceso de suministros de varios tipos.
Con todo lo anterior, en Gaza se puede fabricar, esconder y mantener, decenas
de miles de cohetes y sus disparadores, que se lanzan indiscriminadamente a las
zonas pobladas de Israel en cualquier momento.
Además, una red de túneles de alta factura, que interconectan Gaza y además
se presume puedan llegar a territorio israelí para los fines que todos
conocemos.
Hace una semana, el 9 de mayo de 2021, la dirigencia de Gaza tomó
la decisión de erigirse en el representante combativo de la posición que sustenta
la necesidad de acabar con Israel, rescatar Jerusalén y matar a costa de la
propia muerte. El lanzamiento de cohetes
hacia Israel ha sido espectacular, con ráfagas de decenas de cohetes más de mil
cohetes en lapsos de 72 horas. Los
israelíes corren a sus refugios y cuartos seguros, y quienes no se mueren del
impacto, se mueren del susto. Esa es la
definición de terror.
Como en otras ocasiones, aquellas que constituyen la normalidad
israelí, el ejército del país debe tratar de parar el ataque de cohetes. Y lo hace en forma desproporcionada. Mientras desde Gaza se disparan cohetes
buscando víctimas civiles y daños indiscriminados, Israel lanza ataques
quirúrgicos evitando en lo posible los inevitables daños colaterales. Por los primeros mil cohetes lanzados hacia
Israel, se lanzaron ciento veinte operaciones aéreas contra objetivos
seleccionados. Desproporción.
También como en el pasado, Israel es condenado. Se cuestiona su derecho a la defensa. Y también como siempre, las imágenes
engañosas pintan un panorama que invierte la carga de la culpa en forma
descarada. Poco se conduele el mundo del drama de la población israelí, y menos
aún se menciona que el treinta por ciento de los cohetes disparados desde Gaza,
caen en la propia Gaza, con su respectiva cuenta de víctimas.
Hamas se ha atribuido un golpe mediático efectista. Disparó sobre Jerusalén el día de la
celebración de su día. Logró que los
parlamentarios tuvieran que refugiarse dentro del parlamento. Ha disparado sobre Tel Aviv y sobre ciudades
tradicionalmente lejanas y seguras. Ha dejado como irrelevantes a Mahmoud Abbas
y la ANP. Hasta allí. Ha logrado también
que Israel destruyera, una vez más, la infraestructura de Gaza. Y ha conseguido el dolor para los gazatíes,
los israelíes y todas aquellas personas que quieren paz y convivencia.
Como en otras ocasiones, hay quienes aconsejan una entrada
terrestre a Gaza. Esto implica un alto
costo de vidas. Es quizás la única
manera de parar el lanzamiento de cohetes, vía la deposición del régimen allí
instalado. Esto fortalecería a la ANP,
la misma que en tantos años tampoco a podido traer a la región la ansiada paz
que los sectores de Israel persiguen. No parece tampoco una ecuación ganadora.
Sí. Israel está de vuelta a
la normalidad. Luchando por su supervivencia,
corriendo a refugios, activando el sistema Cúpula de Hierro, tratando de explicar
al mundo, llorando sus muertos, preocupándose por sus soldados.
Esta es la normalidad. Una
total anormalidad.
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