“Beeper y Jumbo”

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El Estado de Israel ha logrado sobrevivir a guerras y enfrentamientos desiguales, incluso desde antes de su fundación. La gesta de independencia o la famosa Guerra de los Seis Días, para no citar todas, fueron exitosas gracias al ingenio y el atrevimiento. Vale la pena mencionar el rescate de Entebbe en 1976, la legendaria fama de los servicios de inteligencia, cuya sola denominación señala la importancia de la sapiencia y precisamente la inteligencia en todas sus acepciones.

Cuenta un viejo chiste que luego de la Guerra de los Seis Días, en el apogeo de fama del General Moshé Dayán —el hombre del parche que fungía como ministro de Defensa en 1967—, los norteamericanos le solicitaron al primer ministro israelí que le vendieran al General Dayán y que fijaran el precio. El primer ministro dijo que este general, en solitario, valía por tres generales americanos a selección de los israelíes. Bien, el presidente de EEUU aceptó la oferta y le pidió a su contraparte israelí que eligiera a los generales americanos. La respuesta israelí no se hizo esperar: General Electric, General Motors y General Dynamics.

Lo cierto del caso es que Israel se mantuvo y mantiene sin tener “generales” de ese tamaño y calibre.

En la muy cruenta guerra con Gaza y siete frentes en simultáneo, además de la opinión pública en contra, la ofensiva y amenaza de Hezbolá desde el Líbano motivó el desplazamiento de decenas de miles de israelíes de sus hogares y comunidades del norte del país, mientras andanadas de cohetes eran lanzados diariamente sobre el territorio. La lógica parecía dictar que solo una contraofensiva muy potente de bombardeos y acciones muy fuertes podrían inhabilitar a Hezbolá y sus muy preparadas huestes. Sorpresivamente, el 18 y 19 de septiembre, una explosión en cadena de beepers (buscapersonas) en manos de funcionarios de Hezbolá cobró tantas víctimas y heridos que constituyeron el inicio de la debacle de ese movimiento. Se atribuye la derrota de Hezbolá, en gran medida, a esta operación de mucha planificación, minuciosidad y paciencia.

Donald Trump, muy cercano al emir de Catar, Thamim bin Hamad al-Thani, principal financiador de Hamás
(Foto: Reuters)

En febrero de 2025, el primer mandatario extranjero en visitar al recién instalado presidente Donald Trump fue Benjamín Netanyahu. Un gesto que muestra la estrecha relación entre los países y entre las personas mismas. Trump ha significado un giro positivo para Israel, comparado con la administración Biden. Las gestiones de Trump para liberar rehenes, sus declaraciones de apoyo y sus iniciativas algo estrafalarias pero influyentes. Netanyahu le obsequió un beeper de oro, como muestra simbólica del espíritu innovador de un país que debe su éxito y hasta su supervivencia precisamente a su capacidad de innovación.

La semana pasada, el presidente Trump estuvo de gira por los países del Golfo Pérsico. No hizo escala alguna en Israel. Logró abultados acuerdos comerciales que impulsarán la economía de los Estados Unidos de América, en negociaciones sin precedentes. Para la aparente sorpresa de Israel y del mundo, pareciera tener una posición más blanda en lo referente al programa nuclear de Irán. En Arabia Saudita, no se puso como condición la normalización de relaciones con Israel. Gracias a Catar, se logró la liberación de un rehén de nacionalidad norteamericana de manos de Hamás. Catar le ofreció de regalo al triunfante presidente Trump un Boeing Jumbo 747 para ser adaptado como el Air Force One.

En cierto sentido, Israel y los israelíes se han sentido desplazados. ¿Será que el apoyo de Trump no es tan sólido como se percibió y esperó desde su elección? ¿Privan los intereses económicos sobre los ideológicos? Los rehenes en Gaza siguen como rehenes, las negociaciones no han avanzado, aunque al momento de escribir esta nota pareciera que se abre una ventana de oportunidad gracias a la presión estadounidense y la renovada campaña israelí en Gaza.

La sensibilidad israelí está a flor de piel. No es para menos. Irán es una amenaza real y latente. Los hutíes desde el Yemén no han cesado de lanzar cohetes, con un éxito relativo al lograr suspender varias rutas aéreas a Israel con las consiguientes pérdidas e incomodidades. Si bien no es para sentirse traicionado por Trump ni mucho menos, si resulta hasta lógico que ante la ya cálida recepción de Netanyahu en la Casa Blanca y las manifestaciones de apoyo quizá tocaba un acercamiento también cálido a Catar, Arabia Saudita y compañía, no dejan de incomodar algunos detalles de esta gira de Donald Trump. Porque es un hecho que los rehenes siguen en Gaza, la guerra no ha terminado y no se le exige a Hamás deponer las armas de una vez por todas, rendirse y entregar los vivos y muertos que mantiene desde el 7 de octubre de 2023.

El mundo se mueve por intereses. Los económicos son demasiado importantes, capaces de opacar o pasar sobre razones de corte ideológico, ético o de justicia. Israel siente que sus víctimas no son lamentadas como se debería, que la presión sobre el país no se corresponde con la que debería hacerse sobre los secuestradores y quienes los apoyan directa e indirectamente. Una hipocresía brutal y a la vista se percibe cuando la primera democracia del mundo se hace de la vista gorda ante los desmanes que debieran denunciarse, combatirse y evitarse.

La comparación entre un beeper de bolsillo y un jet Jumbo gigantesco tiene una connotación que preferimos no interpretar. Pero es evidente que por más que la innovación y la iniciativa sean apreciadas y contundentes, un Jumbo de regalo resulta más grande que un beeper.

Esperemos que este posible mensaje del pequeño beeper frente al Jumbo no sea más que una elucubración sin mayores consecuencias. No sea que este beeper nos explote también en la cara, algo que sería tamaño Jumbo.

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