“El crimen original”

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En estos días siguen en plena efervescencia los acontecimientos en Gaza. Una ofensiva israelí que recrudece, un intento de repartir alimentos y ayuda humanitaria sin que ello signifique que Hamás asuma el control de este reparto —de manera de quitar al movimiento de su principal fuerza—, una nueva y enésima iniciativa de negociación para liberar rehenes vivos y muertos en etapas ya inconcebibles. Todo esto bajo la mirada curiosa de Arabia Saudita, y mientras pareciera irse gestando un acuerdo entre Irán y Estados Unidos para el tan mentado plan nuclear de los persas.

Cuando han transcurrido más de seiscientos días desde el 7 de octubre de 2023, el drama de los secuestrados vivos y muertos no deja de ser una herida abierta, sangrante y creciente en toda la sociedad israelí. Las víctimas y sus seres queridos no ven el final de esta tragedia. En el convulsionado Israel, unos abogan por pagar cualquier precio por un rescate, otros se niegan a ceder a las presiones de quienes han cometido un crimen a todas luces. El conflicto ha sido demasiado extenso, en un tiempo que parece infinito por lo largo y porque no se le ve final.

Al escribir esta nota, se sabe de la negativa de Hamás a la última propuesta americana de Steve Witkoff. Una nueva negativa en este vaivén de negociaciones por partes interpuestas. Estas negociaciones, y la dinámica del conflicto que no cede en intensidad —ni tampoco en cuanto a la atención que necesariamente se le presta en todos los estamentos de la sociedad israelí—, tiene a todos aturdidos. Quizá hasta alienados a algunos.

La extensión del conflicto y la falta de perspectivas en cuanto a su terminación, la que signifique liberación de rehenes y deposición de Hamás, ha sido motivo para irse perdiendo en algunos hechos y realidades que no deben olvidarse.

El enviado especial del presidente Trump al Medio Oriente, Steve Witkoff, empezó su labor siendo ingenuamente optimista. Las reiteradas negativas de Hamás a cualquier propuesta para terminar la guerra le han abierto un poco los ojos
(composición fotográfica: Flash90)

El origen de este drama continuado es un hecho criminal que no tiene discusión. El 7 de octubre de 2023 ocurrió con una agresión asesina sobre población pacífica y el secuestro de 250 personas. El remanente del crimen, los secuestrados que aún están en poder de sus secuestradores, unos vivos y otros muertos, son el objeto del delito. ¿Están todos al tanto de esto? La verdad, muchas veces no parece.

Las propuestas de Witkoff, como las muchas otras anteriores, parecieran tratar el tema de la negociación como si se tratara de una gestión lícita de “toma y dame”, entre partes iguales y del mismo nivel de legitimidad. Se obvia la condición de secuestradores de unos, de ser quienes están al margen de cualquier ley. En los Diez Mandamientos, cuya entrega a la humanidad justo se celebra en estos días, cuando se menciona “No robarás”, los exégetas explican que se refiere al crimen de no secuestrar una vida, un crimen capital. La humanidad de nuestros días, tan inmersa en las comunicaciones en tiempo real, no parece haber asimilado este concepto tan universal. Las condenas y recriminaciones a la parte afectada como secuestrada son las que abundan. La exigencia que terminaría de una vez por todas con este gran drama no se hace sentir, ni oír: liberación de rehenes y deposición de las armas.

De alguna manera, esta situación prolongada ha afectado a voceros muy serios y respetados de la vida política de Israel.  La presión sobre la sociedad israelí parece surtir efectos negativos. Con el país en plena guerra, con los hutíes lanzando misiles balísticos, con las negociaciones una y otra vez interrumpidas, con la certeza de que no es Israel ni el gobierno de turno quien tiene la última palabra para recuperar a los secuestrados y terminar la guerra, algunos salen a la palestra con sentidas declaraciones que no hacen ningún bien. En el pasado, aún el reciente, eran impensables estas actitudes, como las del exministro de defensa Moshé Yaalom, o la del exprimer ministro Ehud Olmert. Ambos, seguro sin mala intención, hacen un flaco favor al país y a las Fuerzas de Defensa cuando se unen a las campañas de difamación contra un país y una población que lucha por su supervivencia en un mundo francamente hostil.

Ehud Olmert, junto con Dan Meridor, Roni Miló, Benny Begin y el primer ministro actual, Benjamín Netanyahu, constituyeron los llamados “Príncipes del Likud” en la década de los noventa. Afines a Menajem Beguin, y herederos entonces del legado de Zeev Jabotinski, constituyeron por un buen tiempo una sólida muralla de defensa de Israel, también en los frentes mediáticos de los aciagos días de la Guerra del Golfo de 1990-91, cuando Iraq invadió a Kuwait y lanzó 39 cohetes Scud sobre un Israel que no tenía arte ni parte en el asunto. Lejos quedaron los días de la unidad israelí ante los enemigos declarados. ¿No es esto algo sumamente triste y que llama a la reflexión general?

En estos momentos, cuando el “infierno” prometido por Donald Trump se asemeja al don’t de Biden por los resultados obtenidos, cuando la esperanza se desvanece con cada negativa de Hamás y las consecuentes y múltiples interpretaciones de quienes se dicen comentaristas y expertos, es mandatorio recordar, tener muy presente, que el secuestro es el crimen. Y es la causa de esta intolerable situación.

Entre secuestrados y secuestradores, el secuestro es el crimen, el secuestrador el criminal.

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