“Frente de batalla: los civiles”
Anwar el Sadat fue el presidente de Egipto que sucedió a Gamal Abdel Nasser, heredando el peso de la derrota en la Guerra de los Seis Días. La fuerza aérea israelí había hecho una formidable tarea, que anuló las capacidades de ataque de enemigos numéricamente superiores y también con mayor capacidad de fuego. Egipto necesitaba recuperar algo del honor perdido, y Sadat sabía que la única manera consistía en poder amenazar y causar daños a lo más preciado de Israel: su población civil. Necesitaba lo que Nasser antes, y el después, llamaban armas retaliatorias.
Sadat quería poseer misiles de largo alcance que pudieran llegar a las ciudades israelíes, y que fueran un arma tanto de ataque como de disuasión. Afortunadamente para Israel, no los tuvo hasta 1974, cuando los soviéticos le despacharon los famosos Scud. Pero sí tuvo misiles y baterías antiaéreas que resultaron muy eficaces al inicio de las hostilidades en la Guerra de Yom Kipur de octubre de 1973.
Los enemigos en funciones de Israel sabían y saben muy bien cómo amedrentar. Hezbolá logró tener en el Líbano un arsenal impresionante de misiles y cohetes. En 2006 hicieron su aparición en el escenario, en una guerra que dejó daños importantes, sobre todo en el norte de Israel. Desde el 7 octubre de 2023 y hasta hace unos pocos meses, la andanada de cohetes lanzados sobre poblaciones de Israel, de frecuencia diaria, consiguió provocar el éxodo de decenas de miles de familias israelíes azotadas por los bombardeos.
Destrucción causada por un misil iraní en una zona residencial de Tel Aviv
(Foto: AP)
Hamás desde Gaza, junto con la Yijad Islámica, también se valió de sus arsenales de cohetes y misiles que azotaron a Israel. Una amenaza siempre latente, que incluso llegó a impedir un desfile de banderas en el Día de Jerusalén hace un par de años, o que el primer ministro fuera desalojado en medio de un acto público.
Desde 2023, los hutíes del Yemén han hecho acto de presencia con misiles balísticos y drones lanzados desde muy lejos sobre Israel; con una efectividad muy baja, pero que no les resta capacidad mortífera a la hora de acertar en un blanco aleatorio.
Irán se convirtió en la estrella en esto de misiles y también drones. Antes del conflicto de junio de 2025, hizo gala de su enorme arsenal, al lanzar cientos de artefactos sobre Israel en par de ocasiones. Si bien su efectividad fue baja, lograron paralizar el país por horas y llevar a todos al refugio más cercano.
El 13 de junio de 2025, el conflicto entre Israel e Irán subió de nivel. Los ataques de la fuerza aérea israelí fueron respondidos con salvas de misiles de alta potencia y drones con municiones. El resultado fueron doce días de parálisis ciudadana en Israel, alarma y presencia en refugios, muchos daños de infraestructura y tres decenas de fallecidos.
No es la intención de esta nota entrar en los detalles del conflicto. Tampoco en sus causas ni consecuencias. De eso ya hay mucha literatura, posiciones encontradas y también mucha manipulación. Lo que se quiere destacar es lo paradójico de este conflicto. Israel carga con 30 bajas, ninguna de ellas en acción militar, en lo que habría sido un frente de batalla convencional. Las bajas fueros civiles que no llegaron a un refugio, o dentro de un refugio que recibió un impacto directo.
Mucho habrá de escribirse y comentarse sobre esta breve e intensa guerra de doce interminables días, que pudiera cambiar drásticamente el Medio Oriente y las relaciones de poder en el mundo entero
La visión de Sadat llegó a su clímax en esta oportunidad. Israel tenía a sus poblaciones urbanas y rurales como un frente de batalla cierto y real. Quizá no actuó a la ofensiva durante años porque la gran cantidad de misiles, cohetes y drones constituían una disuasión real, o quizá porque se había convencido de la eventual sensatez de sus enemigos. Se obligó a desarrollar e implementar un sistema de defensa muy caro y sofisticado, y se preparó para una eventual confrontación, la que terminó estallando el 13 de junio.
Mucho habrá de escribirse y comentarse sobre esta breve e intensa guerra de doce interminables días, que pudiera cambiar drásticamente el Medio Oriente y las relaciones de poder en el mundo entero. Pero ya hay algo que sí podemos concluir: en este conflicto, el frente de batalla, la primera línea de combate, han sido los civiles. En sus casas, sitios de trabajo, escuelas, hospitales y refugios.
Nadie gana en la guerra. De allí lo absurdo.
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