“Gran salvación, gran súplica”
Al momento de escribir esta nota, los veinte sobrevivientes secuestrados están casi en camino a casa, quizás junto con los treinta cuerpos sin vida de quienes tuvieron peor suerte, como también en camino a Israel está el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Una sociedad israelí golpeada, desesperada por traer a sus ciudadanos rehenes al hogar, acepta un canje por prisioneros de alta peligrosidad, convictos, confesos y condenados. En la alegría del momento, una justificada sombra de preocupación oscurece el panorama. La experiencia no ha sido nunca agradable luego de canjes similares.
Toca a su fin el conflicto más largo de la historia del Estado de Israel, exactamente a dos años en fecha del calendario judío. Empezó en Simjat Torá en 5784, la festividad que celebra el fin del ciclo de lectura y comienzo una vez más del rollo del Pentateuco, y justo en Hoshana Rabá de 5786, el día de Gran Salvación, exactamente en la víspera de Simjat Torá de este año, tenemos este epílogo parcial de los acontecimientos. Israel pareciera culminar la más larga de sus batallas desde su fundación en 1948, pero la guerra pareciera continuar.
Gran expectativa en la “plaza de los rehenes” de Tel Aviv
(Foto: AFP)
El Medio Oriente de hace dos años era muy distinto al de hoy en día. Israel era muy poderoso y sus enemigos acérrimos también. Hamás gobernaba Gaza a placer, lanzaba cohetes con regularidad, y dictaba algunas pautas a un Israel renuente a la conflagración total. Hezbolá en el Líbano, apertrechado de todo tipo de misiles, constituía una amenaza real y respetable. Los Acuerdos de Abraham parecían caminar, y hasta estaba en el ambiente una opción de reconocimiento y normalización de relaciones diplomáticas de Arabia Saudita con Israel. Irán seguía con su verbo ardiente contra Israel, con un programa nuclear sospechoso y la certeza de saberse con poderío militar. Siria servía de patio a los intereses de algunos enemigos de Israel. Los Estados Unidos de Joe Biden eran aliados incondicionales de Israel, como siempre desde hace décadas, pero no le daban carta blanca. El Medio Oriente se aguantaba entre un conjunto de fuerzas enfrentadas, que parecían amenazarse para disuadirse y evitar enfrentamientos sangrientos. Durante mucho tiempo todos parecieron preferir una tensa calma, que resultó ser el preludio de una gran tempestad.
Israel hace dos años era el mismo hervidero que probablemente será luego de estos acontecimientos de los días que vivimos. Un país muy polarizado entre derecha e izquierda, en bloques no homogéneos entre sí que se atacan sin piedad, y con unos medios de comunicación muy agresivos, por no calificarlos de irrespetuosos. El israelí de a pie ha sufrido los embates de la crisis post-covid para encontrarse con la guerra en Gaza, el desalojo del norte de Israel, la inflación y la animosidad de su clase política. Además, la condena de muchos países y la escasa solidaridad con la causa de una nación sometida a presiones muy severas. No es muy agradable ser acusado de genocida con rehenes a cuestas, pedir la exclusión de su país de Eurovisión, recibir cohetes de los hutíes pero jamás alguna condolencia por los caídos. Una soledad demoledora.
Israel fue derrotado en los medios internacionales, y en todos los foros de opinión. La lástima que despertara la masacre del 7 de octubre de 2023, la compasión y algo de comprensión a su drama diario, se esfumó en muy poco tiempo. El judío sometido es bien tolerado, pero cuando toma las armas por cuenta propia se asume otra actitud. El Estado judío es al concierto de naciones del mundo, muchas veces, lo que el judío fue y es ante las sociedades en las cuales ha sido rechazado.
Esta semana, a diferencia de las cien anteriores, las expectativas de algo positivo parecen tener más chance de cumplirse. Rehenes liberados, cadáveres enterrados, firmas pomposas en un Egipto que recibe dignatarios
Pero el Israel de octubre de 2025 es más seguro físicamente que el de octubre de 2023. Las antipáticas denuncias de su actual primer ministro, que datan de décadas atrás, tenían base cierta. Sin un Hezbolá fuerte, sin Hamás gobernando en Gaza y con Irán algo aplacado, el alto precio pagado de la simpatía perdida —aunque nunca tenida— quizá valga la pena.
Esta semana, a diferencia de las cien anteriores, las expectativas de algo positivo parecen tener más chance de cumplirse. Rehenes liberados, cadáveres enterrados, firmas pomposas en un Egipto que recibe dignatarios. Siempre con el amargo sabor de tantos caídos en los incidentes del 7 de octubre, en la batalla, en los atentados, en una Gaza destruida y sometida también por sus gobernantes. Israel no duerme la noche del 12 al 13 de octubre, todos esperando a los rehenes, otros también en la larga noche de estudio y oración de Hoshana Rabá, la Gran Salvación, la Gran Súplica.
Resulta evidente que la conducción del mundo requiere de una Gran Salvación, que a su vez requiere de Grandes Súplicas. Justo el 13 de octubre de 2025 coincide con el día del calendario judío de la Gran Súplica por la Salvación.
Se requieren muchas súplicas para las salvaciones. También buenas y decididas acciones. Hoy, tenemos una de ellas.
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