“Nombre y destino”

Listen to this article
6 min

Los cinco libros del Pentateuco se leen en porciones semanales los días sábado, completándose la lectura en un año. Es una práctica judía lo de repetir el estudio de las Escrituras con vehemencia. Los sabios dicen que hay setenta interpretaciones para cada lectura, y cada año algo novedoso se encuentra, algún detalle que pasó desapercibido en alguna ocasión anterior viene a llamar la atención.

Estas semanas, la lectura se centra en la vida de los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob. Sus tribulaciones, las promesas que recibieron y su forma de encarar la vida y, en particular, conducir la propia para beneficio y guía de sus hijos. La promesa de la tierra a los tres patriarcas es una constante, y el compromiso de trascendencia a la posteridad una motivación permanente.

“Jacob luchando contra el ángel” por Alexander Louis Leloir, 1865
(Fuente: Wikimedia Commons)

La lectura del Pentateuco tiene varias capas. Desde la simple lectura, hasta los comentarios más profundos que hacen valer aquello de las setenta interpretaciones. Esta semana que recién pasó nos menciona el origen del nombre Israel.

Jacob estaba de regreso a casa luego de veintiún años de exilio, y debía encontrarse con su hermano Esaú, a quien le arrebató tanto la primogenitura como la bendición paterna asociada, todo por su afán y misión entendida de ser el padre de una nación que revelase al Creador y sus enseñanzas a la humanidad por siempre. Jacob temía la furia de su hermano, su venganza anunciada de antemano.

La noche previa al encuentro, luego de los preparativos realizados entre los que se incluyeron la separación de su propio campamento en varias secciones y el envío de regalos a su hermano, además de la infaltable oración, un hombre se presentó y luchó contra Jacob hasta el amanecer. Se deduce que este hombre era un ángel, el ministro de la nación de Esaú. Toda nación tiene un ángel, cada ángel una misión protectora de su nación.

Jacob vence a este enviado de Dios, su ministro, y antes de que se marche al amanecer le solicita una bendición y su identificación. Esta última no la obtiene, pero lo que sí recibe es la afirmación de que su nombre será de ahora en adelante Israel, porque ha luchado contra los hombres y contra la Divinidad y ha vencido. Se entiende la Divinidad como las obras de Dios, las creaciones que tuvo que enfrentar. Al final de la lectura semanal, el mismo Dios le ratifica a Jacob su nombre Israel.

En nuestros tiempos y días, esta acepción del nombre Israel parece más válida que nunca. Los fundadores del Estado judío, cuando declararon la independencia en mayo de 1948, tuvieron mucho tino en elegir Israel como el nombre del naciente país. Uno cuya población se había enfrentado ya, y se enfrentaría siempre, con los hombres de otras naciones y pueblos, con sus ministros celestiales que tienen algún mandato o providencia que los habilita para esto, para enfrentar a Israel. Aunque sean vencidos, derrotados, le causan daño a Israel. No en vano, Jacob quedó herido en su pierna para siempre, como huella imborrable de la batalla ganada y la lesión sufrida.

El Israel de hoy es un ejemplo diario de lucha contra los hombres que lo adversan. Vence gracias a una dura lucha, la misma que genera heridas y traumas. Pareciera que se lucha contra la Divinidad, esa que muestra sus milagros para con Israel en forma revelada a veces, oculta otras. Así como Jacob trató de aplacar la furia de su hermano, Israel se somete a la voluntad y criterios de una humanidad que le resulta injusta, hasta que estalla por necesidad de sobrevivir. En la guerra como tal, a pesar de la promesa divina, tanto Jacob como Israel se preparan para lo peor y esperan lo mejor.

Los judíos también consideran que el nombre de las personas termina por definir su trayectoria en la vida. Y es otra enseñanza que las acciones de los progenitores son un antecedente de las circunstancias que enfrentarán las generaciones venideras. Israel, como nombre del Estado judío, conlleva una sentida y demostrada carga de lo vivido por el patriarca Jacob: lucha, contradicciones, promesas que para cumplirse exigen una alta cuota de sacrificio nacional cuando no personal.

Israel es la representación de la lucha por la supervivencia, de la guerra por imponer una concepción de vida y de percepción de la Divinidad, de ejecutar la promesa de redimir la Tierra Prometida. Todo ello enfrentando a los hombres y hasta a quienes también tienen un halo de Divinidad en su existencia y actuación. 

Israel es un nombre que forja un destino. Aquel que es victorioso y gratificante, pero solo luego de arduas batallas. Es el destino del nombre, para el hombre y la nación. Por eso será que se dice Am Israel Jai, “el pueblo de Israel vive”.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Camas y autobuses