“Institucionalidad”

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Los procesos electorales en todas partes del mundo están diseñados para darle oportunidad a quienes aspiran a gobernar y, a quienes eligen, darles la oportunidad de tener acceso a que sus ideas y propuestas sean las que se lleven a cabo.

En la historia de la humanidad, la democracia, votaciones y campañas electorales son de data relativamente reciente. Aún en países de recia tradición, como Reino Unido o Estados Unidos, la intensidad de elecciones y sus resultados no fue nunca la de nuestros convulsionados días.

En aquellos países de tradición democrática y electoral, y también en aquellos menos antiguos respecto a ello, la existencia de dos bloques bien definidos y opuestos garantizó la estabilidad necesaria. Una estabilidad basada en respeto mutuo, sentido común y alternabilidad en el poder. La diferenciación entre derecha e izquierda política, basada en concepciones económicas y formas de creación y distribución de la riqueza, fueron durante mucho tiempo los factores que definían políticas públicas y todo lo asociado. Claro, siempre estaban los temas sociales, la política exterior y las particularidades de cada país y cada sociedad enmarcadas en esas doctrinas de derecha o izquierda que, cuando funcionaron, se puede decir que correspondieron más bien a la centro-derecha o la centro-izquierda.

Nueva-York-CNN poder

(Foto: CNN)

Las últimas décadas han sido más radicales. Las agendas extremas se han posicionado; los bloques homogéneos han venido desapareciendo. En el seno de estos bloques, incluso dentro de partidos políticos establecidos, distintas y encontradas corrientes pugnan por un liderazgo que ya quizás no representa a una mayoría sino más bien a un sector con intereses muy definidos. El resultado en general ha sido una fragmentación de bloques y partidos que llevan a establecer coaliciones de gobierno variopintas, poco estables y hasta impredecibles.

Este es el mundo de hoy, donde el acceso a la información es libre y sin censura, donde la prensa, la radio y la televisión han sucumbido ante las redes sociales y la inmediatez. A veces sin censura, otras con escasa vergüenza.

El advenimiento al poder de personas y sectores algo o muy antisistema, tiene el lado positivo de la renovación y la mejora de lo caduco, pero tiene también el peligro de la erosión de las estructuras tradicionales. El remedio a un intento de anarquía y desorden, aún acompañado de buenas y mejores intenciones, depende de la solidez legal e institucional de los países, de los ambientes de poder. Hay experiencias muy favorables de renovación, y hay algunas lamentables, aquellas en las cuales, una vez llegados al poder, quienes lo detentan acaban con la infraestructura que les permitió el acceso al mismo.

Los Estados Unidos de América parecen vivir tiempos complicados en lo relacionado con el ejercicio del poder. Los partidos tradicionales tienen sus filas internas divididas. Muchas políticas que eran de Estado se han convertido en banderas de subsectores de uno u otro partido y no en banderas nacionales. Republicanos y demócratas se van más a la derecha y más a la izquierda respectivamente, para diferenciarse. En el camino quedan causas complicadas como la inmigración, la ayuda social, la diversidad y la política exterior.

La reciente elección del alcalde de Nueva York supone un punto de inflexión y de prueba a la institucionalidad. Es curioso que los dos candidatos que tenían mayor posibilidad, ambos, venían de las filas demócratas. Se puede considerar un gran logro que un inmigrante consiga la alcaldía de la ciudad quizá más importante del mundo; no cualquier inmigrante, sino uno que profesa la religión islámica, con posturas muy fuertes acerca de temas sensibles al americano común y corriente. La ciudad del 9/11 le otorga el poder a Zohran Mamdani con su agenda progresista en ciertos temas, aunque no alcancemos a saber qué tanto respecto a otros como la diversidad de género. De su gestión dependerá que lo ocurrido sea un gran avance en cuanto a tolerancia y convivencia. Los temas de política internacional, su posición respecto al conflicto del Medio Oriente, pueden ser controversiales o no, pero no tienen nada que ver con la función de un alcalde. ¿Será capaz Mamdani de diferenciar entre el deber para con todos sus ciudadanos y sus posturas políticas personales o ideológicas?

Si la institucionalidad de la ciudad de Nueva York y toda la legalidad circundante es capaz de mantenerse ante cualquier intento de ser socavarla, si Mamdani es capaz de calzar los zapatos de un alcalde más que los de una activista de causas particulares, todo estará bien.

El escenario contrario es lo que tiene a los ciudadanos de la ciudad que nunca duerme desvelados.

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