“New York, New York”
El 4 de noviembre de 2025 tendrán lugar las elecciones para elegir al alcalde de la capital del Estado del imperio, la ciudad de Nueva York. Una ciudad por demás emblemática, con una población llena de variedad e intereses diversos. Centro financiero mundial y metrópolis por excelencia.
Los alcaldes de ciudades importantes tienden a lograr posiciones políticas de mucha importancia en el devenir de sus carreras. Es el caso del alcalde de Londres, Sadiq Khan, o de Gustavo Petro de Colombia. Ehud Olmert fue alcalde de Jerusalén y luego llegó a primer ministro de Israel. Los alcaldes de confesión musulmana han tenido opciones ciertas de triunfo, como es el caso del antes mencionado Sadiq Khan, y como parece ser el caso de Zohran Mamdani para la alcaldía de Nueva York.
Los judíos deberían sentirse cómodos y orgullosos cuando el poder es accesible a miembros de minorías. Porque los judíos son siempre una minoría, que comparte con otras las vicisitudes de la intolerancia, la segregación y formas de racismo. En el caso de los Estados Unidos de América, la mayoría de la población comparte el común denominador de pertenecer a alguna minoría. Algo que le da mucho colorido a la diversidad tan en boga en nuestros días.
Zohran Mamdani (Foto: AP)
Resulta curioso que los alcaldes y candidatos a alcaldes antes citados comparten una posición común en contra del Estado de Israel. Llama la atención la posición del señor Olmert, una que se explica en parte por la agria rivalidad histórica que sostiene con el primer ministro de su país, así como seguramente por asuntos de convicción personal que no le hacen bien a su nación. Debe aclararse que por más crítico que sean Olmert y muchos otros integrantes de la recia oposición israelí, nunca han puesto en tela de juicio el derecho de los judíos a su autodeterminación territorial, vale decir, a la existencia de un Estado judío independiente.
La posición de otros que adversan al Estado de Israel no es la misma. Se aceptan y deben aceptarse las críticas a cualquier gobierno, a cualquier acción que lleve a cabo un Estado. Se puede estar o no de acuerdo, también se pueden considerar justas o injustas las opiniones acerca de tema. Pero se nota en muchos de los críticos de Israel un sesgo que revela algo muy delicado: la negación que se hace del derecho de los judíos a un Estado, la acusación abierta o velada que presenta al Estado judío, su existencia y su creación, como la fuente de los problemas que se viven en el Medio Oriente, cuando no en el orden mundial.
Hasta hace no mucho tiempo, quienes criticaban a Israel, sin importar quién fuera su jefe de gobierno, tenían la delicadeza de admitir y reafirmar el derecho a la existencia del país. Se abogaba por la solución de dos Estados, se condenaba el terrorismo. Aunque en los foros internacionales, como el de las Naciones Unidas, las condenas a Israel siempre han sido desproporcionadas en número y en cuanto a la atención que se le presta respecto a cualquier otro conflicto del mundo, no había ese descaro en condenar, desprestigiar y negar el movimiento nacional de liberación del pueblo judío, en deslegitimar al Estado de Israel.
Los acontecimientos del 7 de octubre de 2023, en toda su gravedad, fueron en principio condenados por casi todos los países del mundo. No era para menos. Pero en lo que empezó la ofensiva israelí, cuando la imposibilidad del rescate de los rehenes se hizo evidente en el corto o mediano plazo, ya las simpatías abandonaron a Israel. Aparte de las condenas a Israel, no las hubo contra a quienes perpetraron el 7 de octubre, ni llamados a liberar a los rehenes. En el caso del alcalde de Londres y del candidato a la alcaldía de Nueva York, la condena a Israel, la falta de empatía con los rehenes y familiares, así como el silencio respecto al origen de la guerra, deja a los judíos residentes en esas ciudades con una preocupación bien fundamentada.
Por supuesto que Zohran Mamdani no es antisemita, como no lo es Sadiq Khan. Nadie en su sano juicio asumiría una posición tan políticamente incorrecta tampoco. Pero el anti-israelismo es, aunque no se quiera reconocer, un componente muy importante de todo lo que se tenga contra los judíos
El joven Zohran Mamdani es un candidato con carisma. Su origen, su manera de expresarse y sus ideas, una renovación que parece ser bienvenida en amplios sectores de la población de Nueva York. Cuando se reúne con sectores judíos y reafirma que no tiene posturas antisemitas, conquista a algunos advenedizos y también a quienes hacen una distinción equivocada entre los judíos y el Estado de Israel. Por supuesto que Zohran Mamdani no es antisemita, como no lo es Sadiq Khan. Nadie en su sano juicio asumiría una posición tan políticamente incorrecta tampoco. Pero el antiisraelismo es, aunque no se quiera reconocer, un componente muy importante de todo lo que se tenga contra los judíos. Y la condena unilateral a Israel en su lucha de estos dos años, como si no existiera una contraparte agresora y letal, desdice mucho de la sinceridad del planteamiento.
Los judíos de Nueva York están incómodos. En la ciudad donde uno de cada diez habitantes es judío, quizá algunos de ese diez por ciento lleguen a pensar que el problema de Mamdani es solo con Israel, o con su primer ministro, a quien amenazó que detendría si viniese a Nueva York, haciendo caso omiso de otros mandatarios que merecerían una bien justificada detención. Quizás algunos dentro de ese diez por ciento que no se amilana ante las posturas del candidato favorito en las encuestas asumen una actitud inocente, algo similar a la de los judíos alemanes emancipados de la década del treinta del siglo pasado, y se ven a sí mismos como quienes tan solo profesan una religión, y así creen ser percibidos por terceros. La experiencia dice lo contrario.
Mientras esperamos qué pasará en Nueva York, el acuerdo de cese al fuego en Gaza sigue con altibajos y destellos de profunda crueldad. Nueva York, la ciudad que nunca duerme, tiene a muchos sin dormir.

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