La simpatía nunca ganada (o la antipatía de siempre)
La guerra que estalló el 7 de octubre de 2023 ha sido una victoria sin precedentes para quienes no simpatizan con Israel y con los judíos, por decir lo menos. Luego de casi dos años de intensos combates, pérdida de vidas y daños de todo tipo, la victoria mediática sobre Israel es inminente.
El daño que han sufrido Israel, y los judíos en la opinión pública fuera de Israel, es colosal. Las condenas a Israel y sus acciones son lo usual en medios de prensa, en universidades y en otros muchos espacios. Nadie hace mención del origen de este particular conflicto, cuando fueron asesinados 1200 israelíes de forma brutal y secuestradas 250 personas, de las cuales 50 aún son rehenes, unos vivos otros no. ¿Alguien recuerda a los niños Bibas? ¿Alguien menciona las fotos de Eviatar David de hace dos semanas?
En la opinión pública dentro de Israel la situación es también preocupante. Las encuestas acerca de eventuales elecciones, realizadas con frecuencia exagerada y poco edificante, muestran una sociedad partida en dos. Todos están de acuerdo en que sean rescatados o devueltos los rehenes, todos coinciden en que Israel fue agredido, pero las incriminaciones suben cada vez más de tono entre unos y otros. Al escribir esta nota tiene lugar una manifestación nacional en pro de la liberación de los rehenes. El éxito de los enemigos de Israel se acrecienta cuando logran dividir a los israelíes entre ellos mismos, asumiendo culpas ajenas y propias.
La multitudinaria protesta realizada en Tel Aviv la noche del 17 de agosto mostró nuevamente la división del país ante la guerra
(Foto: Flash90)
Resulta algo contradictorio eso de ver a los ciudadanos protestar ante su propio gobierno porque la guerra no termina y los rehenes permanecen cautivos. Mientras, nadie, en ninguna parte, le protesta a la contraparte. No se le hacen llamados a deponer las armas. No se exige en las calles de los sensibles países de Europa que sean liberados los rehenes. No vemos manifestaciones ante ninguna embajada de ningún país que apoye a Hamás.
Fuera de Israel, los niveles de antisemitismo se han disparado. En las universidades de Estados Unidos ha habido acontecimientos graves. Se sabe de financiamientos importantes a las campañas contra Israel y los judíos. El lema de estar en contra de Israel pero no de los judíos constituye una pantalla que se quiebra, por lo evidente de que no es así. Judíos que pueden ser identificados como tales por su aspecto han sido víctimas de agresiones graves en muchas partes, incluso perdiendo la vida.
Muchos ingenuos atribuyen esto a la antipatía que generan las acciones de Israel en Gaza. Es muy cierto que las imágenes, los hechos mismos de una guerra con muchos civiles en medio y muchos daños colaterales genera antipatías. El aparato de información y esclarecimiento de Israel no ha sido lo suficientemente eficiente y eficaz como para explicar los hechos, y mucho menos combatir las poderosas y muy bien financiadas campañas en contra.
Pero conviene recordar que las simpatías a Israel y los judíos se limitan a cuando son percibidos como víctimas indefensas, agredidas y a punto de perecer. Los judíos luego de la segunda Guerra Mundial gozaban de las simpatías propias de la lástima. Israel antes de la victoria en la Guerra de los Seis Días era un país que gozaba de amplias simpatías, en virtud de que su existencia estaba cierta y peligrosamente amenazada. Al convertirse en vencedor de la guerra, privó la antipatía.
Nadie, en ninguna parte, le protesta a la contraparte. No se le hacen llamados a deponer las armas. No se exige en las calles de los sensibles países de Europa que sean liberados los rehenes. No vemos manifestaciones ante ninguna embajada de ningún país que apoye a Hamás
Sin tener a Gaza antes de 1967, que estaba en manos de Egipto, ni tener la Margen Occidental que estaba bajo dominio de Jordania, ya Israel sufría de condenas y boicots de países que no lo reconocían, de firmas importantes y no tanto que se negaban a hacer negocios con el naciente país.
Israel clasificó para el Mundial de Fútbol de México 1970 gracias a que varios de sus rivales se negaron a jugar con la selección nacional. Algunos eran países musulmanes, otros no. Australia, su selección nacional, se negó a jugar, y eso le dio a Israel el pase al campeonato. Como se puede ver en este ejemplo, no han sido precisamente las simpatías lo que ha cosechado Israel en cualquier circunstancia. En nuestros días no vivimos ninguna excepción a la regla, en todo caso una exacerbación fuera de control.
Los judíos, agradecidos muchas veces tan solo por ser tolerados, e Israel como país que nunca olvida la votación de la ONU de 1947, no aciertan a comprender o quizá asimilar que entre sus increíbles victorias falta aquella de la simpatía nunca ganada. La antipatía siempre tenida. Con suerte, acompañada a veces de admiración obligada.
Seguro es mejor una simpatía no ganada que una lástima bien merecida.

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